Si te hablan de mí, tú disimula. Intenta ocultar el interés que nos produce a todos el chismorreo de turno y procura no contribuir con algún gesto que denote entusiasmo. Si te hablan de mí, tú haz como que escuchas mientras, en realidad, sólo estarás oyendo un canto, mudo, de sirenas.
Si el día menos pensado, mi nombre roza tus oídos, pon una serie de caras extrañas y sorprendidas. Hazles creer que lo que dicen, causa un impacto en ti. Regálales ese minuto de importancia que buscan a costa de un servidor. Pero, si te hablan de mí y accedes, recuerda que también habrá un día en el que hablen de ti. Y puede que sea, incluso, recriminándote que una vez, estuviste dispuesto a escuchar lo que te contaron de otro. Como si hubieras podido evitarlo.
Si te hablan de mí, debes descifrar el origen. Si es bueno, en realidad el propósito será transmitir un mensaje cuyo fin sirva para algo. Si te hablan mal, en cambio, sólo se pretenderá ensuciar la imagen de una persona a la que quizás jamás te hayas permitido el lujo de conocer. Y no conocer, implica directamente no dar la oportunidad de desmentir aquello que un día te contaron de mí.
Y dime tú, si eso es de justicia.
Por todo esto vengo a contarte lo que pasará si un día deciden hablarte de mí. Te contarán todo aquello que les hice, pero muy atento, porque olvidarán contarte, intencionadamente, todo aquello que hice bien por ellos. Centrarán sus esfuerzos en agravar aquellos errores que me convirtieron en humano, y, por otro lado, deshumanizarán todos los momentos donde tuve corazón.
Te darán instrucciones sobre mi persona, y te contarán cosas que ni siquiera yo sé. Sabrán darte todo lujo de detalles de momentos que mi memoria ni siquiera recuerda, por lo que, si me preguntas, puede que ni siquiera tenga la potestad para desmentirlo.
Con esto, tampoco quiero escapar de aquellas cosas que te contarán sobre mí y que serán verdad. Te hablarán de momentos donde no actué bien, meteduras de pata que me gustaría olvidar, y experiencias que arrastro como un lastre que a veces me impiden respirar. No me molestará que te las cuenten, lo que me preguntaré entonces, es si existe alguien en el mundo, aparte de mí, que sepa con exactitud lo que yo sentí como para contarlo y juzgarlo. No lo sé, pero lo dudo.
De lo que sé un rato, es de todas las veces que intenté hacer las cosas bien. Incluso muchas de ellas, lo logré. Lo que pasa es que debes acertar cien veces, y fallar sólo una, para darte cuenta de que el sendero de la bondad es complicado. A la gente buena se le piden explicaciones, y a la mala, paradójicamente, se les justifica.
Por eso, si te hablan de mí, tú calla y sonríe. No te molestes en preguntar. A fin de cuentas, dependiendo de quién seas tú, prestarás atención a todo aquello que quieran contarte de mí. Ahora sé que, si eso llegase a pasar, no debo preocuparme en quién habla de mí. Debo mirar atentamente hacia quien escucha, hacia aquellos que también hacen de altavoz. Porque si me quieres, me aprecias, o al menos, me respetas, jamás estarás presente en ningún lugar donde hablen mal de mí.
Pero es que, es más, si te quieres, te aprecias, o al menos, te respetas, jamás necesitarás hablar mal de otros para engrandecerte tú.
Haz ver como que te respetas, y acabarás respetándote de verdad. Y ese día, sólo ese, te respetarán por lo que decides no escuchar de los demás.
Raquel Ruiz Romero- Periodista