El nuevo régimen democrático versus el antiguo régimen dictatorial.
El 23 de febrero de 1981 a las 18:23 de la tarde, el Congreso de los Diputado se había reunido para la votación de investidura de Leopoldo Calvo Sotelo como nuevo presidente del Gobierno. Tras las primeras formalidades parlamentarias, empezaron las horas más oscuras de nuestra recién nacida democracia.
El teniente coronel Antonio Tejero irrumpía en plena votación junto con 200 Guardias Civiles en la Cámara iniciando un infructuoso intento de golpe de estado. El objetivo era restaurar el régimen dictatorial, fascista y militar que nos había mantenido doblegados, subyugados y en silencio durante los anteriores 40 años.
La valentía tiene muchas formas de mostrarse. Ese día, en la casa de toda la ciudadanía española, y tras los tiros al aire de los golpistas, se mostro de varias maneras. Tres hombres se negaron a volverse a poner de rodillas ante el fascismo: Adolfo Suarez, presidente del Gobierno saliente, Santiago Carillo, Presidente del Partido Comunista, y Manuel Gutiérrez Mellado, teniente general y vicepresidente del Gobierno.
Los tres hombres fuertes dentro de la Cámara el 23F, la valentía de tres demócratas.
Adolfo Suarez permanecía impasible e inalterable ante los sucesos que ocurrían ante sus ojos, representando en todo su apogeo y esencia la nueva democracia que nos habíamos dado. Santiago Carillo tampoco se tiró al suelo como pedían los golpistas, posteriormente en una entrevista afirmaría «un Secretario General del Partido Comunista no se tira al suelo por la orden de un fascista».
Mucho más duro fue Gutiérrez Mellado. En cuanto vio la entrada de Tejero y lo que pretendía hacer, da un golpe sobre su escaño, se levanta y se encara a los fascistas ordenándoles deponer las armas y abandonar inmediatamente el hemiciclo. Intentaron tirarlo al suelo, arrodillarlo y someterlo, como pretendían hacer con la nueva democracia, no consiguieron ninguno de los dos objetivos. Solo demostraron la barbarie que toda dictadura representa.
Mientras todo esto ocurría el capitán general Jaime Milans del Bosch ordena al ejercito en Valencía salir a la calle. Siempre quedará en nuestra memoria la traición al pueblo valenciano, al pueblo español, al Estado de Derecho y a la Constitución, mediante esa imagen de los tanques militares por las calles de Valencia. Esa imagen no debe borrarse de nuestra memoria, sino repetiremos los errores del pasado.
El fracaso del Golpe de Estado.
El país llevaba todo el día en vilo. El miedo, ese mismo que nos había amordazado y sometido durante los anteriores 40 años, volvía a nuestros ánimos. Sin embargo, el ejercito no respaldo el golpe. El pueblo había votado libremente la democracia, había respaldado en referéndum la Constitución y su Jefe de Estado, Don Juan Carlos I de Borbón, actuó en consecuencia.
El Rey ordeno a todas la autoridades civiles y militares ponerse del lado de la ciudadanía, de la libertad, de la democracia, en definitiva, del Estado de Derecho. A última hora de la noches, los golpistas que habían atacado el Congreso de los Diputados, casa de toda la ciudadanía española, salían por las ventanas literalmente, como lo que eran: cuatro locos con añoranza de los privilegios perdidos.
El Golpe había terminado, los implicados fueron detenidos y juzgados, por la ley, con la ley y en la ley. La diferencia que esa ley era la de todos y no la de una sola parte. Ayer celebráramos lo fuerte que fuimos en aquel momento y, que a pesar de todo nuestras diferencias, es mucho más lo que nos une. Larga vida a nuestra democracia.