Estella Branco | Estudante de Direito | UNISO
Enero de 2023 comenzó con un Brasil dividido entre una izquierda esperanzada y una derecha de orgullo herido. Para una estudiosa dedicada a la historia de Brasil, es claro que la población dividida refleja una sociedad que durante años ha estado tratando de superar las cicatrices de 20 años de dictadura militar, seguida de escándalos de corrupción que destrozaron la confianza de los votantes y la polémica mala gestión de Jair Bolsonaro.
En las escuelas brasileñas se enseña sobre la importancia de no olvidar nunca los errores del pasado, especialmente en lo que se refiere al período de la dictadura militar, hecho que el expresidente Jair Bolsonaro se esforzó por cambiar, prohibiendo a los profesores expresar lo que consideraba posicionamento político en el entorno escolar.
Sin embargo, como me gradué de la escuela secundaria antes de las elecciones de 2018, tuve la oportunidad de aprender sobre los horrores que trae el extremismo si se le otorga el poder adecuado. Y a pesar de la corta edad durante el período de surgimiento del Partido de los Trabajadores, también pude entender cómo fue visto como la solución lo suficientemente fuerte como para contrarrestar las oscuras consecuencias de la dictadura.
Y por eso la asociación con la derecha, y los subsiguientes escándalos de corrupción que de allí se derivaron, dolieron tanto al pueblo brasileño, que depositó su confianza y esperanza en el cambio del partido y en su principal figura: Lula. Un gobierno desacreditado y un pueblo herido fueron elementos esenciales para el golpe de Estado perpetrado contra la entonces presidenta Dilma Roulseff.
Sin embargo, la dualidad de izquierda y derecha en la sociedad brasileña nunca llegó a un equilibrio: tan pronto como el gobierno de izquierda fue derrocado, el extremismo de derecha de Jair Bolsonaro tomó el centro del escenario y dejó consecuencias sociales, económicas y políticas en el país en las que estamos todavía aprendiendo la extensión.
Así, era lógico que una vez más, la única fuerza capaz de derrotar a Bolsonaro y su extrema derecha volviera a ser el frente único de Lula y el Partido de los Trabajadores, en el que el pueblo volvió a depositar su confianza. Esta es la segunda vez que mi generación tiene la oportunidad de darle una oportunidad al PT y, a diferencia de los resultados electorales de 2018, la lección fue aprendida.
Parece que estamos siendo conducidos a un mandato libre de remordimientos por nuestra elección. A pesar de los violentos ataques a la democracia en la semana posterior a la asunción, el gobierno del nuevo presidente Luis Inácio Lula da Silva ha mostrado cambios positivos desde sus primeros actos, con la aprobación de más del 50% de la población.
Desde el momento de su tan esperada y celebrada reelección, las generaciones más jóvenes enfatizaron que serían diferentes a la última ola de petistas: No habría idolatría. Después de asumir el cargo, la regla sería cobrar por los resultados que nos prometieron.
Los primeros actos del presidente Lula incluyeron decretos, despachos y medidas que cambiaron temas esenciales para el bien social brasileño, tan afectados durante el gobierno de Bolsonaro.
Algunos ejemplos son: La reestructuración del control de armas en el país, la lucha contra la deforestación de la selva amazónica, y la privatización de servicios como el correo y la seguridad social, entre varios correctivos.
El nuevo Gobierno ha afrontado con firmeza e inteligencia las consecuencias que ha dejado la última legislatura, mostrando competencia para sacar a la luz lo que la extrema derecha quiere ocultar, y eficacia para demostrar que puede hacerlo mejor desde el primer momento.
Lula, el PT y la izquierda traen la esperanza de que no solo se puedan corregir los errores del pasado, sino que la verdadera evolución pueda finalmente estar al alcance de la sociedad brasileña. Nuestro país finalmente tiene la oportunidad de crecer, firme y brillante como solo puede ser el mañana.