Si eres mujer, andaluza y, encima de Jaén, esta no es tu semana. Tenlo claro.
El próximo miércoles 28, Día de Andalucía, tendrá lugar uno de los actos institucionales más celebrados en la comunidad autónoma: la entrega de las Medallas de Andalucía. Desde su creación y correspondiente publicación en el BOJA nº 78 de 09/08/1985, tal distinción corona cada año una jornada de gran proyección mediática.
La norma abunda en detallar que “(…) El reconocimiento de los méritos, acciones y servicios excepcionales o extraordinarios realizados por determinadas personas o Entidades en beneficio de la sociedad corresponde a los Poderes Públicos, no sólo para manifestar la gratitud de todos los ciudadanos por tales servicios, sino para estimular y fomentar aquellas virtudes que tienen, fundamentalmente como base el trabajo y la solidaridad con el resto de los ciudadanos.
La Junta de Andalucía es consciente del interés de promover, en el ámbito de la Comunidad Autónoma, el fortalecimiento y desarrollo de estas virtudes en sus ciudadanos, así como la necesidad de establecer el instrumento y procedimiento para su reconocimiento público (…).”
Este año, como ya ocurrió en anteriores ediciones desde que la derecha gobierna Andalucía, las mujeres han pasado a lugar poco relevante, cuando no, han desaparecido directamente. No habrá Hija Predilecta de Andalucía, pues serán dos los varones que disfrutarán de este título, creado en 1983.
Al margen del reconocimiento como Hijos Predilectos de Andalucía y de la Medalla de Andalucía Manuel Clavero Arévalo, serán nueve las categorías que otorguen reconocimientos a la ciudadanía andaluza: a las ciencias sociales y las letras, a las artes, al deporte, a la solidaridad y la concordia, a la economía y la empresa, a la investigación, a la ciencia y la salud, a la proyección de Andalucía, al mérito medioambiental y a los valores humanos. Como viene siendo habitual, entre los galardones, existen colectivos, organizaciones y entidades (en su mayoría con un varón a la cabeza de ellas) y, después, estarán también, con nombre y apellidos personajes públicos y reconocidos. En este último caso, serán cinco los varones y tres las mujeres que pondrán cara al talento andaluz.
Desde luego, no se trata de desmerecer a ninguna de las personas galardonadas, pero sí de hacerse muchas preguntas.
Un gobierno que gobierna para todos suele tener en cuenta no olvidarse de nadie, por aquello de evitar el agravio. Generalmente contemplar cuenta la diversidad no solo en lo que a disciplinas se refiere, sino también en cuanto a la heterogeneidad territorial. La elección de estas medallas, decidida el pasado 21 de febrero en Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía, dejan una lectura que aleja al gobierno de Moreno Bonilla de su pretendida imagen institucional para acercarlo a una imagen partidista: Jaén se queda sin reconocimiento a mérito alguno, mientras a Málaga se le asignan, ni más ni menos, que cinco medallas.
Otra de las preguntas que cabría hacer es ¿Dónde están las mujeres para este Gobierno? Un gobierno que gobierna para todos suele hacerlo también para todas. La mitad de la sociedad andaluza, las mujeres, queda claramente relegada por aquellos que gobiernan hoy su tierra. La lectura difícilmente puede alejarse de cierta dureza y es que, para el gobierno del Partido Popular el talento tiene cara de varón. No es algo nuevo, se trata de una formación política a la que, históricamente, le ha costado poner distancia con sus raíces. No en vano, se han resistido a cualquiera de los avances que suponían eliminar la desigualdad entre mujeres y hombres, como ejemplo la cuestionada cuota de género. Los argumentos, recurrentes, fueron entre otros que las mujeres no necesitaban cuotas, sino que su propio talento las ubicaría en puestos de proyección pública, de reconocimiento, de responsabilidad o mejor retribuidos… Ya vemos el resultado.
Pero caben aún algunas preguntas más y no todas están relacionadas con quienes nos gobiernan. Hay preguntas que muchos y muchas deberían hacerse frente al espejo. Las preguntas más duras son aquellas cuya respuesta lleva implícita la autocrítica.
Hubo un tiempo en Andalucía en que la elección de las Medallas de Andalucía incorporaba una perspectiva violeta. Hubo un tiempo en Andalucía en que la lucha por la igualdad de las mujeres marcaba la agenda pública e institucional. Hubo un tiempo en que cualquiera de los acontecimientos relevantes en Andalucía era observado bajo una mirada de género que incluso, con bastante frecuencia, quedaba recogida en los titulares de prensa.
Hubo un tiempo en que la discriminación por razón de género se estudió con profundidad en Andalucía. En cualquiera de sus manifestaciones más allá de la violencia de género: laboral, retributiva, de accesibilidad, generacional o por origen. Se llegó a profundizar en la doble o la triple discriminación que podía sufrir una mujer, por ejemplo, negra y con discapacidad.
Hubo un tiempo en que el Instituto Andaluz de la Mujer (otra pregunta que hacerse) ponía en un brete al propio Gobierno autonómico, vigilando y promoviendo normas trasversales que impidieran que cualquier discriminación hacia la mujer se colase en una ley, un presupuesto o en la gestión de cualquiera de las consejerías. Andalucía y sus leyes fueron referente nacional en materia de igualdad.
Hubo también un tiempo en que las voces de opinadores y, especialmente, opinadoras públicas se volvían cada vez más demandantes y exigentes con respecto la presidencia de la Junta de Andalucía por estar ocupada por una mujer a la que no consideraban feminista. Quizás, esas voces, ayer guerreas y reivindicadoras, hoy calmadas y conciliadoras, hayan concluido que ahora sí, por fin, Andalucía cuenta con un presidente feminista a tope.
Permitamos que, al menos este año, las andaluzas de Jaén (–aceituneras altivas-) en su particular doble discriminación, (-se levanten bravas sobre sus piedras lunares no vayan a ser esclavas con todos sus olivares-) y duden de ello.