Más de mil trescientas obras y veinte años de creación acompañan al pintor onubense de mirada inquieta y conversación incombustible.
Horacio González, a sus 70 años, mira atrás y nos relata una vida llena de pasión por el trabajo, con el que reconoce “haberse fundido”. Entregado por completo durante más de dos décadas a la exitosa carrera de las relaciones públicas en grandes empresas y multinacionales de la construcción de obras e infraestructuras, se le olvidó el amor. Así lo afirma, mientras resulta fácil adivinar el dolor en las breves pausas y los leves suspiros con que acompaña la narración de etapas vitales marcadas por duros acontecimientos, como la precoz enfermedad de una de sus hijas. Sin embargo, hoy vive cada dificultad como “una lección que la vida y Dios le imponen para avanzar en el aprendizaje de ser cada vez mejor persona”.
Aunque siempre se mostró interesado en el arte, la pintura llegó por casualidad a la vida de este autodidacta y emprendedor. No han sido pocas las veces que Horacio se ha reinventado y fue un encuentro en un entorno informal con docentes universitarios de Bellas Artes el que despertó su vocación artística.
“Hoy no cambiaría la pintura por el amor”, afirma tajante mientras lo acompañamos a su estudio ubicado en Bollullos del Condado, su tierra natal. Allí preguntamos al pintor cómo se enfrenta al lienzo en blanco:
“Para crear necesito instantes de espiritualidad que traduzco en movimiento y color. Los impresionistas captaron la luz. Yo, además, tengo que pintar el aire, un aire que debe estar en movimiento”.
González ha recreado principalmente la belleza del toro, el caballo y la romería del Rocío: «Soy del sur, necesito compartir y darle a los demás lo que veo y lo que siento”.
La vitalidad, la energía y la fe que el artista desprende sin contemplaciones impregnan su pintura en colecciones como Sentimiento rociero. A través de pinceladas que trasmiten con fuerza el degradado de vivos colores y la fusión de temperaturas opuestas, toman forma, sin apenas contornos, el gentío, el simpecado, las siluetas de mujeres flamencas o la lumbre del camino.
El autor también recrea de forma magistral un entorno como el de la Marisma de Doñana. Enormes lienzos horizontales adornados de trazos violáceos, en los que cielo y mar se funden en uno solo, decoran las estancias de familias de renombre según nos cuenta Horacio. Sin embargo, insiste en la idea de que “sus cuadros deben estar presentes en espacios donde el público conviva con ellos, lugares en los que se palpe el calor de la gente”.
Almonte, Moguer, Hinojos, Punta Umbría… la obra de Horacio González ha dado la vuelta a la provincia de Huelva, haciendo parada en los espacios más relevantes de sus municipios. Cuenta con exposiciones permanentes en lugares de encuentro tan genuinos como el Hotel Restaurante Toruño, en la misma aldea del Rocío. La vecina Extremadura ha acogido también la obra de un autor que estos días se encuentra inmerso en encargos que tendrán su destino en Holanda y Escocia.
Este hombre, menudo en apariencia, pero enorme en su talento y expresión artística, ya planea más allá de su próxima inspiración, basada en el retrato femenino, y cuenta con proyectos de mayor dimensión en el mundo del arte y la cultura. Tendremos la oportunidad de conocerlos pronto.
Sepueden comprar obras de este Autor en Alemania? aunque cuando vaya por Mérida en extremadura, ya me valdría tambien