Desde que el miércoles 24 nos sobresaltó con su carta a la ciudadanía me he debatido entre responderle, pues como ciudadano me siento invitado a hacerlo, o respetar sus días de reflexión. Así he estado hasta hoy sábado, pero viendo, leyendo y escuchando las vilezas que siguen profiriendo aquellos que lo quieren muerto, y bien muerto, me he decidido a mandarle esta carta. Muerto en lo político eso seguro, pero en lo familiar y personal lo presumo dadas las imágenes -entre muchas otras- que hemos tenido que ver de aquel muñeco colgado, apaleado y vilipendiado cerca de la sede de Ferraz. Porque de manera figurada le estaban dando de lo lindo a usted y todo lo que representa. Y, sepa usted, que a mí sí me representa y por eso a mí también me llegaron aquellos golpes.
Debo reconocerle que también me ha animado a hacerlo que aquellos protagonistas de comportamientos tan abyectos, y que así lo quieren, son los herederos de quien presumía haber atado, y bien atado, su sucesión en aquel régimen ominoso, de más negro que blanco. Porque son los mismos, no nos engañemos. Porque así hacían las cosas en aquellos años de dictadura, y los que los precedieron desde mucho antes.
Y sí, son sus herederos, pero más formados. Durante muchos años han aprendido en grado máster las patrañas y artimañas que tan eficazmente saben usar, pero ahora en color y con diploma de universidad privada en inglés. El resto lo pone la tecnología y ese bosque de redes (dicen que sociales, eufemismo cariñoso sin duda), propagadoras de noticias falsas y bulos que el cenáculo ultra elabora, compuesto por aquellos que se dicen periodistas, medios de comunicación de dudosa deontología editorial, fundaciones de pensamiento político ultra, profesionales de la judicatura, de la fiscalía, y de tantos y tantos estamentos, que nada más pensar en ellos da hasta miedo. Porque así son las cosas. Usted no puede decirlo, pero nosotros sí.
Y es a eso a lo que se lleva enfrentando desde el mismo momento en que decidió no respaldar la investidura de M. Rajoy, aquel ectoplasma de las anotaciones de Luis el ditero, ese que debía ser fuerte. Pero ha aguantado estoicamente, en el convencimiento de que las políticas y las medidas que debían ser emprendidas con su investidura como presidente merecerían la pena para el bien de la ciudadanía. Ahora no se trata de dar un repaso de ellas, pero sí quizás destacar la positiva acogida que han merecido fuera (a nivel internacional) frente a la ridiculización, el desprecio y el desdén de aquellos herederos aquí en nuestro país. Desde luego por esa derecha ultra, heredera de lo que pensábamos ya había quedado atrás, pero también (y hay que decirlo) por parte de quienes usted creía que eran de los nuestros, sin saber que antes de nada son de ellos mismos. Tampoco esto puede decirlo usted, pero nosotros sí.
Le diré que lo entiendo, que sé por los momentos que está pasando cuando -además de usted, que ya se nos ha mostrado duro de pelar- señalan a personas cercanas, de su entorno familiar.
Y lo entiendo, porque créame si le digo que compartimos más de lo que pudiera pensar. No lo recordará, pero fue hace unos años en un acto suyo en Córdoba, cuando tras saludarlo tuve unas centésimas de segundo de compartírselo, atropelladamente sin duda pues yo era una de las decenas de personas que se acercaron a usted al terminar el acto.
Y creo que aquello que compartimos nos define como sufridores y peleones. Verá, yo como usted, estudié el bachillerato en Madrid en el Ramiro de Maeztu, que yo sé que a usted también le dejó huella, me gradué en economía y somos seguidores de nuestro glorioso Atleti, ese equipo de la capital que predica mejor que nadie ese lema de “nunca dejes de creer”. Yo, pero no como usted, aunque tratan de hacerlo con su esposa, fui objeto de una persecución judicial sin fundamento, en un momento dado de mi vida profesional en la gestión pública de Andalucía. Se archivó, no había causa. Yo como usted, traté de guardar la compostura ante mi esposa, ante mis hijos, ante mi familia, ante mis compañeros de profesión, ante mis amigos, y sobre todo ante mí mismo, que fue quizás lo más duro.
Ahora le digo que lo entiendo y además que lo comprendo, aunque seguro que nada parecido a lo que debe estar pasando usted y los suyos.
No se arredre cuando pretenden mofarse de usted llamándole adolescente enamorado. Yo, como usted, también estoy enamorado de mi esposa y su papel fue crucial en aquel episodio judicial. Eso solo puede comprenderlo quien ha estado enamorado alguna vez, quien siente que uno no lo es sin el otro, quien no sabe qué decir cuando tu otro te mira sufriendo los ataques por ti. Porque los hombres de bien también lloramos. Y lo de adolescente ya nos gustaría ¿verdad? Por su edad deberían haber dicho como tres adolescentes, por la mía más de cuatro. ¡Solo en eso puedo ganarle!
Por eso me permito la licencia de darle unas breves ideas en estos días de su reflexión. No son mías, son de personas que usted conoce tan bien como yo, con las que me siento bien. Unas del “viejo profesor” y otras del “sabio de Hortaleza”.
Al primero tuve el honor de conocerlo y me dio clase en la universidad en el curso 76-77, primer año académico de su vuelta a la actividad docente. Pues bien, de D. Enrique Tierno Galván destacaría aquella afirmación de que “en política se está en contacto con la mugre y hay que lavarse para no oler mal”. Esa frase dicha por el profesor revelaba el valor que otorgaba a la lealtad y a la integridad en la política. ¡Haga por leerlo y dúchese más aún estos días!
Del segundo, que no conocí, pero con el que me identifico por su insigne predicamento atlético, podría destacar varias, pero en este caso sería aquella de “hay ciertos medios que me quieren matar, mátenme pero no mientan, porque la mentira es muy desagradable”. Le recomendaría que viera la emotiva serie de “Luis Aragonés, el sabio del éxito”, si no lo ha hecho ya. Como a mí, creo que se le pondrán los vellos de punta.
Lo comprendo porque yo, como usted, no aceptamos la moralina que propalan aquellos herederos, pinochos del 11-M, allegados de DonVito y sus bigotes, quienes retorcieron a la policía de todos para su particular patriotismo, quienes se erigieron en dueños de la solución final en las residencias durante la pandemia, quienes se creen protagonistas de cantares de gesta imitando al Cid Campeador, quienes alambican la memoria de muchos de los nuestros para presentarla como una concordia recuperada, y menos aún de los que difaman y calumnian sabiendo que algo siempre queda. Que sepan que no aceptamos sus lecciones, esas mediante las que quieren convertir la política en su coto privado de caza.
Ya nos gustaría que hoy, como hace muchos años, nos acompañara aquella melodía que decía “España, camisa blanca de mi esperanza (…) paloma buscando cielos más estrellados, donde entendernos sin destrozarnos, donde sentarnos y conversar”. ¿Verdad?
La confianza que le solicité antes incluye mi respuesta a su carta. Usted debe estar bien para poder representarnos bien, y si para ello considera que debe estar bien su esposa hace bien en hacérnoslo saber, porque solo así los demás podremos incluirla en nuestro anónimo agradecimiento por el desvelo de tanta responsabilidad.
Señor presidente, decida lo que decida sepa que cuenta con mi apoyo y el reconocimiento de la ciudadanía progresista de este país. La decisión es suya y a nosotros nos toca respetarla.
¡Salud presidente!
Luis Miguel Jiménez Gómez
Economista y atlético