Irene llegó para hacer crecer la familia Guerrero Sanmartín casi por sorpresa, como su madre recuerda. Ni sus hermanos, que entonces tenían 6 y 5 años, ni sus progenitores esperaban a una pequeña que pronto mostraría una capacidad especial para liderar. Ana Sanmartín recuerda cómo su hija con apenas 4 años se despertaba, diariamente, un rato antes que sus hermanos para bajar sola a comprar el desayuno de ellos y el suyo propio para el colegio.
Ana Sanmartín Coronilla
“Siempre ha sido una niña muy alegre que jamás lloraba o daba ruido. Desde muy pequeña era bastante independiente, fue precoz incluso a la hora de empezar a caminar. Si bien difícilmente se ponía enferma, sí era muy habitual verla llena de rasguños, heridas y golpes porque no paraba de jugar, trepar a los árboles y corretear.”
Ana nos cuenta que su hija era una niña muy poco individualista y sonríe al recordar cómo siendo muy pequeña llamaba, uno a uno, al portero de a los amigos de sus padres y les decía que el resto ya les esperaba en “La China”, el punto de encuentro en el popular barrio de Las Almenas, para compartir una cerveza. Así conseguía Irene reunir a todos sus amigos para jugar al fútbol mientras sus padres compartían un rato de charla.
Sanmartín nos cuenta como anécdota que todas las muñecas de su hermana eran balones para Irene, les quitaba las cabezas y las convertía en pelotas.
El afán de la pequeña por conformar grupos y formar parte de ellos es, según su madre, lo que la ha llevado a escoger un deporte que se practica en equipo. “Nunca fue una niña individualista y siempre cultivó unas amistades que aún perduran hoy.”
Señala también “lo fácil que siempre puso todo a su padre y a mí, ella se ocupaba de que, a pesar de la discapacidad de ambos, nos pudiéramos desplazar para vivir con ella, desde la primera fila, su gran pasión.
La figura del padre de Irene Guerrero, ya fallecido, está muy presente en la vida de esta familia sevillana. Fue quien más disfrutó de su niñez y la actividad deportiva, por coincidir su jubilación con el comienzo de su proyección.
Ana Guerrero Sanmartín
“Nuestro padre era un gran aficionado al fútbol y sé que él la ha inspirado y le ha dejado una huella muy profunda. Sin lugar a duda, parte del éxito de mi hermana se lo debe al apoyo de mi padre. Él siempre la ha acompañado a cada partido y estoy convencida de que sigue haciéndolo más cerca que nunca.” Sostiene su hermana mayor.
Ana Guerrero Sanmartín confiesa también que “Irene mostró un amor inquebrantable por el fútbol. Recuerdo cómo lo solía practicar incansablemente en nuestro barrio. En un principio siempre jugaba con los chicos porque eran quienes, en aquellos tiempos, mostraban más interés por este deporte. A ella nunca le importó jugar con unos u otros, siempre estaba dispuesta a echar un partido con quien se animara.”
“Me siento más que orgullosa al compartir la historia de mi hermana pequeña, que no solo ha hecho historia en el mundo del fútbol español, sino que ha inspirado a muchas jóvenes con su dedicación y pasión.”
“Ver a Irene representar a nuestro país en el Mundial Femenino de Fútbol 2023 fue un momento de pura emoción y orgullo para nuestra familia. Estaba cumpliendo su sueño, pero además, dejando una marca imborrable en la historia del deporte femenino. Su trayectoria es una prueba de que los sueños sí se hacen realidad, si tienes el coraje y la determinación para perseguirlos”
“Ahora, no puedo evitar mirar hacia el futuro con emoción, imaginando todas las increíbles oportunidades que le esperan. Sin importar dónde la vida la lleve, sé que seguirá siendo un ejemplo de perseverancia y pasión para todos los que la conocen.”
María Ballesteros Sanmartín
María Ballesteros Sanmartín, prima materna de Irene Guerrero, se refiere a la infancia de unas primas muy unidas como una etapa de gran complicidad. “Hemos tenido la suerte de poder crecer juntas y hoy, más que familia, somos amigas”
María, a quien de pequeña confundían con Irene porque compartían gran parecido físico, recuerda cómo la actual Campeona Mundial siempre destacó, aún sin quererlo. Los veranos en Casas de Reina, un pequeño pueblo de Extremadura, eran uno de los momentos familiares más felices. Fue allí, mientras Irene ya practicaba el fútbol más allá de la simple afición, cuando María empezó a ser consciente de que el talento de su prima la llevaría lejos.
“Durante aquellas vacaciones, en un pueblo con pocas niñas y aún menos que jugaran al fútbol en los pequeños campeonatos, todos los equipos de niños querían incorporar a Irene. De alguna manera, percibíamos todas que ella llevaba algo dentro que la hacía diferente y que la llevaba a destacar siempre.”
La de Irene, es sin duda, una historia de valentía y de superación. Quizás, muchas jóvenes que hoy se inician en este deporte no sean aún conscientes de que transitan por un camino sin límites ni obstáculos porque mujeres como ella ya se encargaron de romper barreras y superar estereotipos.