Desde que en junio pasado el PP con José Luis Sanz a la cabeza asumiera el gobierno del Ayuntamiento de Sevilla, se han producido dentro de la cultura de la ciudad lo que se podría denominar como una serie de catastróficas desdichas. Voy a tratar de resumir, no ya los acontecimientos en sí, sino más bien las decisiones, presentes y pasadas, que han provocado estas nefastas consecuencias para la ciudad de Sevilla.
Para encontrar la primera semilla del actual presente nos tenemos que remontar a marzo del 2022 cuando se rechazó la propuesta de reforma del ICAS que desde el gobierno de Antonio Muñoz se había planteado como primer paso para solucionar los problemas administrativos y de intervención que sufría la gestión de la cultura del ayuntamiento. Esta reforma que en principio contaba con los parabienes de la mayoría del pleno, se vio desarbolada al votar finalmente en contra el PP, Adelante Andalucía, Vox y Ciudadanos. Si bien la reforma no era la panacea, sí que suponía un primer paso potente de cara a modernizar la administración cultural local. A modo de justicia poética, el actual gobierno de la ciudad está cosechando los frutos de aquella negativa.
Volviendo al actual 2023, una primera decisión del actual alcalde en materia cultural que continúa explicando las actuales desdichas culturales fue el no nombramiento del concejal de su partido José Luis García Martín como responsable de las políticas culturales. Sin ser un experto en la materia es cierto que del plantel de concejales del PP en la actual corporación, es el que mayor conocimiento y experiencia tiene de la compleja vida cultural de la ciudad. En su lugar le dio el bastón de mando del ICAS a Minerva Salas, con experiencia profesional en el mundo deportivo pero sin conocimiento alguno de la realidad cultural sevillana. Así, se tiró por la borda la experiencia que en el grupo popular había respecto al tema que nos ocupa.
Siguiente desdicha. En paralelo al nombramiento de la actual concejala de cultura, el alcalde decide eliminar la figura de la dirección general de cultura del organigrama directivo del ayuntamiento para crear una dirección general artística en el Área de Fiestas Mayores (que ya contaba con una). Se elimina de un plumazo una figura esencial en la estructura de la política cultural del ayuntamiento, que se debía encargar de engarzar las decisiones políticas de la concejala en el entramado técnico y administrativo del ICAS, es decir, el pivote sobre el que se asienta la ejecución de las políticas culturales.
Acto seguido se decide no contar con ninguno de los cargos directivos del ICAS del anterior mandato, tuvieran o no vinculación con el PSOE, tuvieran perfil político o técnico. En algunos casos, casi todos, sin tener siquiera un nombre de repuesto, lo que generó un vacío en la gestión de varias semanas que aún sigue coleando. Tampoco hubo petición de información a los anteriores gestores más allá de un par de cortas reuniones.
La siguiente decisión parecía acertada en un principio, el nombramiento como director del ICAS de José Lucas, un profesional del sector con un perfil técnico y conocedor tanto de la realidad cultural sevillana como del propio ICAS, del que fue, con Juan Ignacio Zoido de alcalde, director de programación. Pero el acierto pronto se convertiría en otra desdicha más. La idea era que Lucas fuera el director del ICAS, una especie de director general de cultura encajado en el organigrama del ente, pero alguien no se leyó los estatutos y se quedó sólo con lo de “director” y no dio peso a la palabra que lo acompañaba “gerente”. El perfil de Lucas hubiera encajado en el perfil de director general pero no en el de gerente, un puesto en la actualidad sin capacidad de decisión en las políticas culturales y cuya función (resumida) es la dirección de los numerosos y complejos trámites administrativos que se deben llevar a cabo para implementar la programación cultural del ayuntamiento. Eso, Lucas no lo sabía cuando asumió el cargo, seguramente la propia delegada tampoco. Nada más ver el tipo de trabajo que tenía que asumir en realidad, Lucas decidió dimitir. Otro parón más para los muchos y siempre urgentes trámites que tenían que salir del ICAS.
A finales de agosto, con todo el verano perdido, se consigue encontrar una sustituta al anterior gerente en la figura de María Rueda, procedente de la Consejería de Turismo donde había ostentado el cargo de directora general. Pese a contar con una dilatada experiencia como funcionaria en la Junta de Andalucía, desembarca en el ICAS sin experiencia efectiva en la gestión cultural. Otro perfil sin experiencia ni conocimiento de la compleja realidad cultural sevillana y en este caso tampoco sin la mínima experiencia en la tramitación de contratos culturales ni en el ayuntamiento, un universo administrativo totalmente distinto al de la Junta.
Poco antes del nombramiento de María Rueda como gerente del ICAS se hizo público que Ruperto Merino sería el nuevo director de programación del ente cultural. Merino, procedente de la Comunidad de Madrid aterrizó en Sevilla por etapas (tardó de facto varias semanas en tener presencia continua en la sede del ICAS en el edificio Laredo, seguimos con los parones) y sin conocimiento profesional de la vida cultural sevillana, ni de sus espacios, ni de sus creadores, ni asociaciones, ni administraciones.
Antes del nombramiento de este cargo que es clave en el devenir de las políticas culturales del actual mandato al haber eliminado la dirección general de cultura, había sido anunciado el del director de la Bienal de Flamenco en la figura de Luis Ybarra de 27 años, hijo del anterior director del ABC de Sevilla y con un master en gestión cultural sin acabar. Al parecer, José Lucas se enteró del nombramiento por la prensa, lo cual se intuye que ayudó a su salida del puesto.
Otro nombramiento que ha sido ampliamente criticado ha sido el inexplicable título dado a un asesor de alcaldía, en concreto a Jaime Maciá (responsable de comunicación con Sanz en la alcaldía de Tomares) como director de la Feria del Libro de Sevilla. Este evento no está organizado por el ayuntamiento (al parecer el enfado de la concejala al enterarse de que era un evento privado fue mayúsculo) y ya tenía y tiene un director, elegido tras un concurso público por los propios organizadores de la feria, la asociación de libreros de Sevilla. Un sinsentido que ha puesto en pie de guerra, con toda la razón, a los libreros integrados en la asociación de libreros, organizadores reales de la Feria.
Y para terminar el tema de los nombramientos un no-nombramiento, el de director del teatro Lope de Vega. El anterior director del teatro Carlos Forteza, elegido en el anterior mandato por concurso público, terminaba su contrato (con posibilidad de renovación) en pleno verano. Incomprensiblemente nadie del ayuntamiento se puso en contacto con él para informarle de la no renovación y tampoco nadie dijo nada ni de la programación ya realizada por Forteza ni de sus sustitución. La solución ha sido, y de ahí viene lo del no-nombramiento, pasar la responsabilidad de la gestión de espacio escénico al director de programación, un cargo ya de por sí completamente saturado de funciones y responsabilidades que encima, como se ha señalado anteriormente, no conoce la realidad cultural sevillana.
Y ahora las consecuencias de esta concatenación de errores.
En paralelo a estas decisiones se comienzan a ver a las claras las consecuencias de las mismas en forma de declaraciones altisonantes, festivales y eventos que se tambalean, teatros que se cierran y programaciones en la cuerda floja o directamente desaparecidas.
La consecuencia más sonada y que aún colea y por lo que parece, seguirá coleando, es la situación del Festival de Cine de Sevilla. Tras el anuncio en pleno verano de suspender la edición de 2023 y pasar la de 2024 a primavera en lugar de noviembre, por una supuesta incompatibilidad entre la organización del festival y los premios Grammy y ante la reacción unánime de todo el sector, el alcalde tuve que dar marcha atrás y asegurar que el SEFF se haría en su fecha habitual, noviembre, aunque con un formato reducido. Ante la baja laboral por enfermedad del actual director, Tito Rodríguez que vino a sustituir a José Luis Cienfuegos tras su pase a la Seminci de Valladolid, se nombra, no está muy claro ni en calidad de qué se le ha contratado ni el trámite administrativo seguido para esa contratación a Manuel Cristóbal, productor de cine. Pese al anuncio del “aplazamiento” por la coincidencia con los Grammy, el sentido común apunta a que el vació en el ICAS provocado por los retrasos y errores en los nombramientos conllevó a su vez un retraso en los pliegos de contratación del Festival que de facto hacían imposible su celebración en noviembre de 2023. La opción de mantenerlo en estas fechas pero con un formato reducido no hace sino confirmar esta idea.
Una Feria del Libro de tercera división, así calificó el alcalde la situación de la Feria del Libro de Sevilla, abriendo de forma totalmente innecesaria una crisis en uno de los eventos culturales más asentados, con mejores críticas y con una de las mayores afluencias de público de la ciudad. El porqué de esta metedura de pata se halla en que pensaban que al criticar la feria estaban criticando la gestión del anterior alcalde, Antonio Muñoz, pensaban que la Feria del Libro de Sevilla, estaba organizada por el ayuntamiento, desconocían que su gestión depende de la Asociación de Libreros de Sevilla y que el Ayuntamiento es colaborador del evento, el principal sí pero no organizador ni coorganizador. Para más inri y como señalaba más arriba, se apresuraron en nombrar a un director propio para la Feria del Libro. Al final una nueva rectificación por parte del alcalde y unos pliegos de contratación que a punto estuvieron de no salir a tiempo y dejar a la Feria sin stands ni equipamiento técnico. Volvemos a ver las consecuencias de los retrasos en la gestión administrativa y el más absoluto desconocimiento del sector.
A este sinsentido sobre la Feria del Libro se le suma otra sonada declaración del alcalde en la que señala que no se convoca el premio literario Almudena Grandes porque esta escritora no era de Sevilla. Se le olvida entre otras cosas que tampoco Lope de Vega era sevillano y tiene un teatro a su nombre (cerrado, eso sí). En este caso la decisión de no continuar con el premio o de cambiarle el nombre (la realidad es que no ha quedado claro que se va a hacer) más que a fallos de gestión se debe a antipatías ideológicas y vista la necesidad de los votos de Vox para poder sacar adelante los plenos, desgraciadamente, no parece que esta vaya a ser la última decisión marcada por las simpatías y antipatías ideológicas.
La delegada de Cultura en plena rueda de prensa del festival Danza Mobile se encontró con las declaraciones de la directora del Festival señalando que desgraciadamente ésta era su última edición ya que las condiciones de colaboración por parte del ayuntamiento hacían inviable la continuidad del festival. En este caso a los problemas herederos por la deficiente capacidad del ICAS para dar respuesta a las necesidades del sector cultural (para cuya solución se planteó la abortada reforma del ICAS) se sumó la falta de comunicación con el nuevo ICAS. Esta falta de comunicación se ha convertido en una queja unánime de todo el sector e incluso a nivel nacional. Así la comisión Nacional para la conmemoración de los 400 años de Nebrija ha estado más de un mes sin recibir respuesta a varios correos y llamadas de cara a la organización de su próxima reunión estatal de seguimiento. Tanto externa como internamente la falta de comunicación y diálogo se ha convertido en uno de los mayores lastres de la política cultural del ayuntamiento. A finales de septiembre en la Red Municipal de Bibliotecas no habían tenido aún ningún contacto por parte de nadie de la dirección del ICAS, de hecho la celebración del Día de las Bibliotecas por parte del ICAS ha pasado sin pena ni gloria con una serie de actividades entresacadas de la programación anual de la Red. Con la Casa de los Poetas igual, el Año Velázquez, el Milenio del Reino de Sevilla…
La falta de comunicación afecta incluso a niveles internos dentro del organigrama directivo del ICAS. Una de las principales apuestas del festival Beatlefest, un concierto en homenaje a los Beatles que se iba a llevar a cabo en el Parque Amate y que constituía la colaboración del ICAS en dicho Festival, se ha tenido que suspender. Mientras que la Delegada confirmaba a los organizadores la colaboración del Ayuntamiento en el Festival a través de este concierto, desde la dirección de programación se les cambiaba continuamente el modo administrativo de colaboración hasta llegado a un punto en que era inviable por tiempo la confirmada colaboración. Aquí una vez más la falta de una dirección general de cultura se ha hecho notar.
Otra de las grandes polémicas culturales que han invadido la ciudad ha sido el cierre del teatro Lope de Vega. Si la salida del anterior director ya fue extraña y de modos desaconsejables, el anuncio del cierre por obras del teatro no ha sido menos rocambolesco. Argumentando una serie de informes sobre la falta de seguridad tanto para el personal del espacio como para el público, se toma la decisión, a pocas semanas del comienzo de la temporada (que había dejado cerrada el director saliente desde antes del verano), de cerrar el teatro y acometer las obras necesarias. La denuncia sobre la falta del mantenimiento del Teatro estuvo acompañada por una serie de fotografías difundidas a los medios que en teoría evidenciaban el estado de abandono del teatro. Pero la realidad es que ninguna foto señalaba el hueco del montacargas sin asegurar, ni los problemas del telón de seguridad del escenario (que ya había tenido una primera reforma), ni las grietas del techo del patio de butacas (cuya techumbre junto a la de la cúpula del Casino de la Exposición fue reparada por el anterior gobierno) que eran la base argumental para el cierre. Es más, las fotos eran de parte del exterior del teatro, del Casino de la Exposición (que no forma parte del teatro) y de un edificio frente al teatro que ni siquiera está adscrito al ICAS y apenas se veían otras cosas que desconchones en la pintura y suciedad. La realidad es que las obras necesarias se podían haber asumido con el teatro abierto al público o con cierres puntuales, tal y como se venía haciendo en las temporadas anteriores.
Y del cierre del Lope de Vega surge un nuevo problema, la programación ya cerrada. Por parte de la delegada se confirma que se mantendrá la programación tal y como la dejó el anterior director y que se llevará a otros espacios escénicos de la ciudad, lo cual resulta razonable pero he aquí que al final no se respeta la programación, tal y como se dijo que se haría, dejando fuera media docena de producciones, alguna de ellas provenientes del Centro Dramático Nacional. En cambio se han incluido obras de la productora Pentación, con un marcado carácter comercial y que ya copó el Lope de Vega antes de la entrada de Forteza en la dirección. De todas formas se trata de una contradicción más por parte de la delegada que genera aún más inseguridad en todo el sector.
Alguna polémica afecta incluso a otras administraciones también gobernadas por el PP como la Junta de Andalucía. En unas declaraciones igual de innecesarias que las que hizo sobre la Feria del Libro, el alcalde dijo literalmente que le parecía cutre la ampliación del Museo de Bellas Artes en el Palacio de Monsalves. Si ya resulta difícil convencer a la Junta de Andalucía y al Ministerio de Cultura que realicen una inversión del calado necesario para la ampliación del BBAA, el que el alcalde descalifique un espacio que contaba con todo el consenso de profesionales y administraciones supone un palo en la rueda que puede conllevar aún más retraso del que ya acumula el proyecto. Y todo para tratar de justificar la idea de hacer un Louvre sevillano en la antigua Fábrica de Tabacos (anuncio que el alcalde hizo en campaña sin haber consultado a la Universidad de Sevilla, propietaria del edificio).
Toda esta serie de catastróficas desdichas se han producido en tan sólo poco más de cinco meses de mandato.
A principios de noviembre, casi seis meses después de asumir la alcaldía, el actual equipo de gobierno del ayuntamiento no ha presentado ni una sola iniciativa propia de calado que permita entrever por dónde van a ir las políticas culturales en la ciudad. Se encuentran a remolque de una realidad que se les escapa de las manos y todo apunta que va a seguir siendo así durante una buena temporada. El año que viene tienen que hacer frente a toda la programación cultural, a un festival de cine que debería funcionar a pleno rendimiento, a la puesta en funcionamiento de Artillería y a una Bienal de Flamenco, más las diferentes órdenes de subvenciones, a las subvenciones nominativas y a lo que surja en un sector en continuo cambio y crecimiento. Frente a esto se encuentran una delegada que sigue sin conocer el sector, una gerente abrumada por la cantidad y variedad de contrataciones y servicios que presta el ICAS, un director de programación que no conoce la cultura local, un director de la Bienal sin experiencia en la organización de eventos culturales y un equipo humano, técnico y administrativo, cada vez más reducido. Ni siquiera se ha puesto sobre la mesa la indiscutible necesidad de reforma del ICAS.
Desgraciadamente, vienen más curvas y cuestas para la cultura en Sevilla.