Hace escasos días tenía lugar uno de los ya tradicionales Encuentros SER que la cadena radiofónica organiza en Sevilla. Con la Fundación Cajasol como anfitriona y ante un nutrido público entre los que destacaban alcaldes y dirigentes del PSOE andaluz, tuvo lugar lo que algunos ya ven como el rearme del socialismo en Andalucía.
Si bien los titulares se centraron en alguna de las propuestas que allí se anunciaron, como la controvertida intención de trabajar por la creación de un único sistema gestor del agua para toda Sevilla, la realidad es que el acto daba para una lectura política sin desperdicio.
Lo que este encuentro escenificó, a cargo de los dos barones socialistas con mayor peso institucional en el actual mapa político andaluz, probablemente sea la estrategia territorial que el Partido Socialista diseñe de cara a un futuro relativamente inmediato. La mayor o menor inmediatez del momento vendrá marcada inevitable -y también paradójicamente- desde Madrid, pues será determinante si el actual presidente en funciones del Gobierno de España y secretario general de los socialistas es investido.
Aunque gran parte de la opinión pública del país da por hecha esta circunstancia, la incierta coyuntura política y la perversa aritmética resultante de la última cita electoral apuntan a un horizonte donde una nada despreciable amenaza de nuevos comicios sigue asomando.
Si el PSOE revalida su posición al frente de la mayor institución de España, con toda seguridad, el eje andaluz Sevilla–Jaén retratado el pasado martes vea fortalecida su posición y clarificada su estrategia. De no ser así, la travesía del desierto que este partido ha afrontado en los últimos años podría prolongarse, incluso abrir nuevas divergencias. No es ajeno a ello su principal competidor, el Partido Popular, que estos días llama al transfuguismo incluso desde el sur, con inédito descaro y plenamente consciente del dolor de cabeza que le generaría la reedición de un nuevo gobierno central de color opuesto (como muestra un botón llamado Doñana).
Javier Fernández, alcalde del municipio de La Rinconada, secretario general del PSOE de Sevilla y recién elegido presidente de la institución supramunicipal, consciente del peso político con que cuenta en la actualidad, no desaprovechó la ocasión como protagonista de este foro para dar un espaldarazo público al actual líder de la oposición andaluza y secretario general del PSOE de Andalucía, Juan Espadas, así como al ex alcalde de Sevilla, Antonio Muñoz, al que definía como un “valor no amortizado”, ambos allí presentes.
Recalcando que se trataba de su primera tribuna después de su investidura como presidente de la Diputación Provincial de Sevilla, centró sus primeras palabras en algo que ya había anticipado su presentador y homólogo jienense, Francisco Reyes: el debate territorial.
El inevitable y viejo debate sobre el modelo territorial y sus históricas tensiones fue abordado con una breve mirada atrás a la Historia de Andalucía y a la convulsa etapa liderada por el referente socialista Rafael Escuredo y fue zanjado con un contundente rechazo a un modelo de recentralización donde Madrid sea el punto cero: “Ni nacionalismo, ni independentismo, estamos en el punto medio, en el equilibrio”, afirmó Fernández.
Sin embargo, el debate territorial que otorga excesivo protagonismo de las Comunidades Autónomas y simplifica el mensaje es tremendamente eficaz para la confrontación mediática, pero relega e invisibiliza el verdadero debate territorial, el relacionado con la gestión del territorio más cercano al ciudadano de a pie, el llamado municipalismo.
El Partido Socialista, especialmente en Andalucía, es consciente de que el debate territorial trasciende a lo local y que es esta la clave sobre la que se cimenta su representatividad y, por ende, no lo olvidemos, su poder. La presencia de sus estructuras en forma de agrupaciones locales ha permitido permeabilizar su gestión, también su base ideológica, en los barrios y pueblos de toda la región durante una larguísima etapa de éxitos electorales.
Es esta, la representación municipal, la que aún permite la supervivencia no solo del PSOE, sino de los tradicionales partidos. No en vano, muchos de los nuevos experimentos de partidos, surgidos al albor de una de las mayores crisis reputacionales de la política, han ido precipitándose hacia la mayor de las irrelevancias hasta caer en el olvido, precisamente porque fueron creados como un mero producto de laboratorio entre élites de pensamiento o surgieron como masas de desafectos sin organización ni estructura.
El encuentro del pasado martes estuvo lleno de propuestas y anuncios concretos sobre una futura gestión local cuantificada en cifras y orientada a vertebrar los territorios, fue también una recurrente llamada a la colaboración institucional por parte de la Junta de Andalucía a la que se instó a duplicar cada una de las propuestas. Pero, detrás de cada iniciativa expuesta, subyacía un debate elíptico: el futuro estratégico y el liderazgo del partido que ha gobernado Andalucía durante algo más de cuarenta años.