Durante la última década, hemos sido testigos de un cambio notable en el panorama político de América del Sur, con el ascenso de líderes de extrema derecha en varios países. Un análisis de los acontecimientos ocurridos entre 2019 y 2023 revela patrones alarmantes que generan preocupación sobre los derechos humanos, la seguridad pública, la economía y las relaciones internacionales en la región.
El fenómeno comenzó en América del Norte, donde el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, adoptó un discurso que apelaba a ideales supremacistas, prejuiciosos y violentos. Bajo la promesa de una economía más robusta, Trump ganó apoyo engañando a la población con la falsa noción de que la seguridad pública se construye a través de enfoques más enérgicos.
Brasil siguió una trayectoria similar con la elección del presidente Jair Bolsonaro. Durante su mandato asistimos a importantes retrocesos en materia de derechos básicos y sociales, mientras que el discurso nacionalista ganó terreno en materia de derechos individuales. La retórica polarizadora de Bolsonaro ha dividido al país y ha atraído la atención internacional por la erosión de los valores democráticos.
Sin embargo, no toda Sudamérica siguió esta tendencia de extrema derecha. En Ecuador y Uruguay, las elecciones llevaron al poder a líderes de centroderecha, como Daniel Noboa y Lacalle Pou, respectivamente. Estos líderes demostraron un enfoque más equilibrado, dando prioridad a las cuestiones económicas y de política exterior sin recurrir a discursos extremistas.
El fenómeno más reciente ocurrió en Argentina, donde Javier Milei se ha convertido en un controvertido representante de la extrema derecha. Su discurso, acorde con los estándares de Trump y Bolsonaro, implicó promesas absurdas, ofensas a las minorías y amenazas a la estabilidad económica mediante la dolarización de la moneda.
El origen de este poder en manos de extremistas parece tener sus raíces en la fragilidad del pueblo. La decepción por décadas de gobernantes corruptos y la búsqueda desesperada de mejoras hacen que la población sea susceptible a líderes que se presentan como salvadores con soluciones mágicas. La ignorancia del poder democrático del voto empeora esta situación, alimentando un ciclo de confianza en los líderes autoritarios.
Es imperativo que observemos de cerca esta tendencia, incluso si el número de naciones bajo gobiernos de extrema derecha no ha aumentado sustancialmente. No se debe subestimar el poder de manipulación sobre poblaciones fervientes, llenas de fe y de amor por sus naciones. Es necesaria una vigilancia constante para proteger los valores democráticos y evitar retrocesos perjudiciales para el tejido social sudamericano.
En medio de este escenario desafiante, es crucial promover una comprensión del poder que cada ciudadano tiene en una democracia. Sólo a través de la concienciación y la participación activa en la toma de decisiones políticas podremos evitar que el ascenso de la extrema derecha comprometa los cimientos de nuestra sociedad.