Desde que, el pasado 7 de octubre, la guerra de Israel-Gaza irrumpiese en el panorama mundial han sido muchos los esfuerzos de la diplomacia internacional por intervenir y frenar un conflicto que tiene su origen en el control de la región de Palestina desde los inicios del siglo XX.
Se trata de una descarnada realidad que se impone en cifras: más de 35.600 muertos y casi 80.000 heridos. También en desgarradoras imágenes de niños cuyas vidas han sido arrebatadas violentamente por el odio entre los pueblos.
Tras la reciente orden de detención contra Netanyahu y la cúpula de Hamás, emitida por el fiscal general de la Corte Penal Internacional, hoy hemos conocido que el próximo día 28 España, junto con otros países, reconocerá a Palestina como Estado. Sin duda, se dan avances en la buena dirección, pero aún son pocas las esperanzas que pueden albergarse a corto plazo sobre el fin definitivo de la guerra.
Quizás, un papel fundamental en estos casos lo jueguen los movimientos por la paz y la reacción ciudadana que, si bien es cierto que no tienen capacidad de intervención directa, consiguen ejercer una importante presión sobre la opinión pública y generalizar un sentimiento de tolerancia cero hacia los distintos conflictos bélicos y sus devastadoras consecuencias.

El movimiento estudiantil, que históricamente ha sido un verdadero polvorín de contestación al orden establecido y un gran impulsor de transformaciones sociales y políticas, ha vuelto a activarse estos días. La ola de protestas, que arrancó en Estados Unidos y consiguió poner en un brete -aunque solo fuera durante semanas- al presidente Joe Biden, ha tenido un efecto multiplicador en distintos puntos de la geografía internacional, hasta alcanzar Europa.
En España, la voz de los estudiantes por una Palestina libre se alzó primero Valencia, le siguieron Cataluña, Madrid o Andalucía. Antes de replicarse en otras provincias del sur, Granada fue el epicentro de la movilización. En la capital andaluza, la sede del Rectorado, ubicada en la Antigua Real Fabrica de Tabacos, convive desde el pasado día 13 con la acampada de estudiantes a sus puertas. Su ubicación, la céntrica calle San Fernando aporta una gran visibilidad a las reivindicaciones de estos jóvenes estudiantes: “La gente está colaborando gigantescamente, se acercan a la mesa, nos preguntan. Hablamos con personas de otras nacionalidades que se suman a la causa, nos reconocen el esfuerzo, nos desean mucha suerte e incluso nos hacen donaciones.”
Esteban, estudiante en el doble grado de Derecho y Filosofía, nos dice que en el centro de la reivindicación está «hacer presión en cuanto a la negociación con el Rectorado. Queremos, primero, que haya transparencia y que nos digan cuáles son los convenios y las relaciones con empresas y con universidades israelitas y luego, por supuesto, que cesen esos acuerdos. Pero, también con bancos como el Santander, que ya sabemos qué relaciones tiene con un Estado genocida.”
La acampada en la sede universitaria sevillana contó en un primer momento con unos 300 estudiantes pero diariamente, teniendo en cuenta que muchos compatibilizan la acampada con clases diarias y, en algunos casos, también con horarios laborales, la cifra permanente oscila entre 80 y 90 estudiantes.

Sorprende la organización tan eficaz que han sido capaces de activar desde que tuvo lugar su asamblea fundacional el pasado día 10. “La forma en que nos organizamos sale de las primeras asambleas. Se trata de distintos comités que se encargan de cuestiones básicas como la logística, nuestra propia seguridad o este mismo departamento que se encarga de hablar con medios, de la comunicación por redes, comunicación con otras organizaciones, etc. Hay otro comité encargado de cuestiones culturales, de actividades, porque también queremos dar un mensaje al mundo de que cabe la esperanza, cabe la alegría y cabe sobre todo la reivindicación política.”
La acampada, que no tiene fecha de finalización, cuenta con una caja de resistencia que permite a los estudiantes cubrir sus necesidades básicas: “Sí, tenemos una caja de resistencia destinada a la organización básica del campamento. Teniendo además muy en cuenta que todo aquello que luego no necesitemos se destinará a organizaciones que colaboren con la causa palestina.”
Al conversar con estos jóvenes estudiantes llenos de ímpetu y esperanza por una causa más que justa, llama la atención la normalidad con la que -a diferencia de otros ámbitos- la palabra “política” centra su mensaje de forma positiva.
Sin embargo, otras cuestiones son abordadas con una mirada más crítica, como el tratamiento recibido por determinados medios de comunicación y líneas editoriales. Se muestran muy abiertos a comunicarse y a trasladar a la opinión pública su causa, pero se sienten sorprendidos por algunas publicaciones que “han tergiversado nuestro mensaje”. Además, prefieren mantener el anonimato por su inclinación a conservar una organización horizontal donde todos participan y aportan de una forma igualitaria. También porque “tememos ataques o agresiones que han sufrido estudiantes de otras ciudades.”


Aunque no lo pretenda, David, estudiante de Filosofía, a sus 18 años ya destaca con un evidente liderazgo en el grupo. Una breve conversación con él evidencia que las pretensiones de estas acciones, al menos para algunos de ellos, trascienden de meras protestas para formar parte de una forma de estar en el mundo.
“El movimiento de solidaridad con Palestina surge primero de un colectivo de profesores que, muy involucrados en todo el tema de la campaña y del movimiento, fundan un grupo de WhatsApp llamado PalestinUS en el que ya empiezan a incorporarse diferentes estudiantes. La iniciativa tiene una acogida brutal dentro de los diversos colectivos de estudiantes de toda la Universidad de Sevilla y se acaba convocando una asamblea donde se lee y se ratifica nuestro manifiesto, con nuestras líneas discursivas y nuestras reivindicaciones al Rectorado de la Universidad de Sevilla.”
Entre las actividades que mayor acogida tienen destacan las del comité cultural: “Ayer tuvimos, por ejemplo, ayer un taller de danza palestina, también hemos tenido alguna que otra charla la política, principalmente de personalidades que colaboran en el movimiento de defensa palestina. Además, vamos a invitar a personas de Frente Polisario para que nos expliquen la lucha del Sáhara. Vamos a realizar muy pronto un taller de pancartas para que el rectorado parezca un lugar un poco más combativo y se visibilicen desde el exterior de la calle todo este tipo de actividades.”
Sobre su objetivo, David insiste en que “Se rompan todos los convenios con las universidades. Los convenios que sostiene la Universidad de Sevilla, por ejemplo, con el Banco Santander o con empresas como Navantia, que colaboran activamente y cofinancian el genocidio que está sucediendo en Gaza. Exigimos al rector de la Universidad de Sevilla que lo rompa de inmediato. Y también realizamos reivindicaciones ya a nivel estatal y a nivel político, al Estado español para que se ejercite una ruptura inmediata de relaciones con el Estado de Israel, una expulsión de la embajadora de Israel del territorio español y, desde luego, la abolición de todas las leyes que permiten la represión del movimiento estudiantil en defensa de Palestina, como por ejemplo la ley de convivencia universitaria, la famosa LCU, la LOSU también, o la ley mordaza.”

Preguntado por el nivel de conocimiento que tienen los estudiantes sobre las demandas concretas o, incluso, sobre el conflicto y la evolución de las relaciones históricas en la zona de conflicto, David nos confiesa que “hay que hacer un trabajo político y, desde el comité de comunicación, tenemos que hacer autocrítica. Se va a empezar con este trabajo a día de hoy. La verdad es que los estudiantes entienden más o menos cuáles son nuestras principales reivindicaciones, pero muchas veces exigen un contenido político más profundo que se tiene que trabajar aún.”
“Sobre lo que ha ocurrido en la Franja de Gaza le diría que atiende a título individual de cada estudiante. Es verdad que estamos aquí en una Facultad de Historia donde existe bastante concienciación sobre este el conflicto pero, por ejemplo, cuando hemos realizado agitación dentro de otras facultades, como Reina Mercedes, por ejemplo, donde abundan más carreras de ciencias, muchas veces no existe una politización, un conocimiento tan fundamental de conflicto. Y es algo que precisamente con los talleres trabajamos en difundir que las personalidades, que el estudiantado conozca lo que está sucediendo en Gaza.”