El acuerdo unipersonal que el PP tiene con el que fuese líder del partido casi extinto, Ciudadanos, para mantener la gobernabilidad de Málaga y que controla una persona que ya pertenece al grupo de los no adscritos, parece una partida de póker, ya que las fuerzas podrían cambiar, dependiendo de la preferencia del díscolo con la formación naranja.
Juan Cassá, el que fuera cabeza de lista por Málaga en las elecciones que Ciudadanos estrenó con el lema que por bandera convenció a miles de electores atraídos por el centro, vive días grises. Si bien el abanderado y aupado por la dirección ya dimitida no cuenta ni con el apoyo de la actual cúpula, ni con el beneplácito territorial que Marín ostenta desde la marcha de Rivera. Sí ha hecho que en clave naranja, su escaño obtenido sea la llave de disputa de la gobernabilidad en no pocas instituciones. Y es que los naranjas, fuera de su etapa de «no venimos a ocupar sillones» más bien ocupan la titularidad y, en caso dado el relevo. Es el caso de Juan Cassá, llave del actual Gobierno en el Consistorio malagueño, cargo, que por el que es llave, llegaría a percibir más, incluso que Pedro Sánchez como Presidente del Gobierno.
Ciudadanos, ha padecido su mal endémico por el control férreo de sus bases a costa de desechar cargos díscolos, que aunque aportaban democracia interna en el partido, parecían mal recibidos y, como ha resultado, en la disolución de estos. Sus bases, aunque muy sustentadas en publicidad masiva en prensa y radio, la mala fama de partido poco democrático o vertical, ha desembocado en una desbandada que no ha podido resistir ni la última Asamblea que otorgó plenos poderes a Rivera y a su cúpula. Tampoco a la última que puso en el poder a Arrimadas con un baile de cuchillos entre el pasado que defendía la causa Riverista, contra la renovación que Arrimadas proponía.
Fueron muchos los que desde el núcleo central, al partir Rivera con su dimisión dejando paso a «aire fresco», creyeron que podrían permanecer intactos en el partido. De facto, durante un periodo transitorio, lo han llevado a cabo, aunque con fecha de caducidad. El primero en darse cuenta fue el tercero de abordo de Rivera, Fran Hervías, que diseñó el partido, según relatan las distintas fuentes a nivel nacional, para mantener a sus fieles, y a él como figura imprescindible, además de a su mujer. Rivera, que se fortaleció en la Asamblea organizada en 2017 y diseñada por Hervías a medida para no introducir a ningún díscolo. Resultó un un ejercicio yermo, ya que las bases afines mantenían poca o ninguna visibilidad con el electorado
Como ejemplo, la figura del asesor en Diputación, ha correspondido-
Hervías, que no sacó el escaño como muchos de los candidatos que se midieron en las elecciones posteriores a la moción de censura, obtuvieron un varapalo mayúsculo, y es que pasar de más de cincuenta diputados, quedar en una reducción de 5 a 1, es una «hostia brutal».
Paso a paso, ya tras ser una fuerza casi intrascendente, han reaccionado mostrando ganas de dialogar y llegar a acuerdos con Pedro Sánchez. Eso sí, no sin dimitir cargos de renombre como, Marcos de Quinto. De Quinto, que entró en política según parece por convicción, abandonó el escaño al «ya no representar sus ideales y verse huérfano en el motivo que lo llevó a emprender la tarea». Quedará como el político más acaudalado del Congreso al reunir más de 52 millones de euros de patrimonio sin experiencia previa en política. Es de por sí, el cargo político que a más ha debido renunciar, ya que, por el rango y cantidad de acciones en la empresa mulnacional que ostenta