En tan solo unas horas Doñana será de nuevo el centro de todas las miradas. Esta vez, el que se ha convertido en foco mediático internacional durante los dos últimos años, aparecerá ante nuestros ojos vestido de fiesta y envuelto en la mejor de las decoraciones navideñas.
Los detalles ornamentales, la iluminación, el enfoque de cámara, la puesta en escena, el contenido y forma del discurso… a estas horas, todo esto ya traerá de cabeza al equipo del presidente de la Junta de Andalucía, responsable de que todo salga a la perfección y no se escape un solo detalle del que, a todas luces, será un aclamado discurso de fin de año.
Despedido el año 2023 y ya dando la bienvenida a 2024, Juanma Moreno recibirá el puntual dosier de prensa en su teléfono y podrá comprobar, una vez más, que todo va sobre ruedas y Andalucía lo sigue queriendo. Sin embargo, han pasado cosas y, como ocurre con la situación de la sanidad pública en la comunidad autónoma, hay una realidad menos amable que crece paralela a los titulares de prensa.
¿Es Doñana el lugar más apropiado para que el presidente del gobierno andaluz despida 2023? Cualquier gabinete hubiera aconsejado evitar riesgos, pero el equipo que rodea al presidente andaluz sabe bien que son pocos, casi ninguno, los riesgos reputacionales para la cabeza visible de una institución que suele cumplir al 100% con la ejecución presupuestaria de su partida destinada a publicidad institucional. Otro gallo cantaría si, aprovechando la era de la inteligencia artificial en la que casi todo es posible, pudiéramos personificar y otorgar voz y voto al propio Parque nacional.
Si Doñana hablara, probablemente además de aclararle al presidente del Partido Popular, el gallego Núñez Feijoo, que hace tiempo que dejó de ser un simple “coto”, quizás también pediría que le dejasen en paz. Igual hasta, con el mismo desparpajo de La Faraona, le espetaría a Moreno Bonilla un “si me queréis, irse”.
Quizás, si Doñana hablara, le preguntaría a determinadas personalidades a caballo entre la política onubense y la andaluza, como el presidente del Partido Popular de Huelva y diputado por Huelva en el Parlamento de Andalucía, Manuel Andrés González, o el ex parlamentario del extinto partido Ciudadanos, Julio Díaz, si merecía la pena como estrategia electoral tramitar la proposición de ley de ampliación de la zona regable, pese a las amenazas de la Unión Europea de multar a España y la oposición del Gobierno central. Imaginen la respuesta del primero, cuyo partido hoy gobierna el Ayuntamiento y la Diputación onubenses. O la del segundo, reconvertido en portavoz y representante de los agricultores de la zona en cuestión, el Condado de Huelva.
Si Doñana hablara, ya consumada su exclusión de la de la lista verde de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, con toda seguridad también pediría responsabilidades a los regantes que, de forma tan beligerante, se posicionaron a favor de la propuesta normativa.
Si hubiera podido alzar la mano tras la comparecencia y el anuncio por parte de la Junta de Andalucía de la inflada cifra de 728 millones de euros en inversión para el Parque nacional, para empezar, probablemente Doñana habría preguntado con acento andaluz qué tiene que ver el tocino con la velocidad. Qué tienen que ver con el Parque nacional los 7 millones de euros de inversión en la EDAR Huelva, los 23 en la EDAR de La Antilla, o los 8 en la EDAR de El Rompido cuando todas vierten al océano Atlántico. Doñana, a viva voz, habría puesto en cuestión que los algo más de 32 millones de inversión en la mejora de la toma del embalse del Andévalo tengan influencia alguna sobre su espacio. Probablemente, el Parque, personificado en periodista, habría continuado preguntado en qué condiciones ambientales de Doñana influyen los 7,5, 4,5 y 30 millones de euros invertidos respectivamente en el abastecimiento de agua potable de Isla Mayor, Burguillos y la Sierra de Huelva. Y así, con toda seguridad, Doñana habría llegado a confundir realidad con ficción. Quién sabe si hasta habría creído asistir a una proyección -versión actualizada- de la mítica obra cinematográfica Los tramposos, en la que un entrañable Toni Leblanc encarnaba la famosa escena del timo de la estampita.
Probablemente Doñana, si hablara, sacaría un largo listado de agravios y se dirigiría a los agraviadores para pedirles más compromiso, más transparencia y menos discursos efusivos, laureadas visitas o promesas por cumplir. Ojalá 2024 traiga para Doñana más voces que hablen desde el corazón de la joya natural que todavía es.