Antonio Fuentes, periodista y escritor natural de la localidad gaditana de Rota, publica su primera novela ‘La huella borrada’ donde rescata del olvido a Horacio Hermoso Araujo, el último alcalde republicano de Sevilla.
Editada por Plaza & Janés, el trabajo de Fuentes parte de los testimonios de familiares y conocidos del último edil republicano de la capital hispalense, quien fue fusilado el 29 de septiembre del año 1936 por las tropas golpistas de Queipo de Llano.
El autor, en una entrevista concedida a Europa Press, quiere dedicar además este libro al papel de personas que quisieron contribuir a crear una España distinta y que contribuyeron a una primera experiencia democrática en nuestro país.
Fuentes ha explicado que el origen de este libro está en una investigación que comenzó tras escuchar el relato del hijo superviviente de Horacio, al que conoció cuando este contaba con más de 90 años y con quien empezó una amistad, porque «sintió mucha curiosidad por conocer a un republicano».
El periodista y escritor destaca que el hijo del alcalde fusilado tenía ocho años cuando asesinaron al último alcalde republicano de Sevilla, y que le sorprende “aparte del desconocimiento, es principalmente que todo el mundo habla bien de él».
«Empiezo entonces a pensar que Horacio era una buena persona y que circunstancias históricas acabaron con su vida«, afirma Fuentes, que en este libro aporta datos y vivencias desconocidas o muy pocos divulgadas fruto de un trabajo de investigación de más de cinco años.
En este sentido, ha explicado que el hecho de «no encontrar» en bibliografía muchas referencias sobre este alcalde le llevó a buscarlo «por todos sitios», las hemerotecas y los archivos, y fue encontrando cosas «hasta componer más o menos qué podía haber sido de su cotidianidad durante los cinco meses de alcalde», aparte de tener el testimonio de la familia.
«A mí me interesó mucho lo que hizo y lo que dejó por hacer por culpa del 18 de julio de 1936, de ese golpe que empieza además aquí en Sevilla«, ha añadido el autor, que detalla que «esa mañana, Horacio, para intentar dar normalidad a la vida cotidiana de los sevillanos, convocó un pleno y justo cuando empieza el golpe promovido por Queipo de Llano lo pilla en el ayuntamiento y a partir de ahí empieza la historia».
La novela se adentra también de manera inédita en la celebración de las fiestas de primavera de Sevilla en la antesala de la Guerra Civil. «¿Qué pasa con la Semana Santa republicana? ¿Se va a celebrar cuando esté el Frente Popular? Hay una serie de presiones pero Horacio consigue celebrarla, lo cual le pudo costar la vida, al menos eso es lo que queda en la familia».
«Lo que hace el alcalde es intentar mantener la normalidad en todo momento y que los sevillanos disfruten de su día a día. De hecho, la semana antes del golpe, sabiendo lo que había pasado con el asesinato de Calvo Sotelo en Madrid, le dicen que huya para Gibraltar y él dice que van a seguir con su actividad» e incluso «hizo una corrida de toros en la Maestranza para los damnificados por los temporales de febrero».
Evidentemente «no eran ajenos a que el clima político estaba muy candente tras el asesinato de Calvo Sotelo y que podía ser el momento, tras el runrun durante tantos meses, de que fuera el pronunciamiento militar», pero «no huye nadie y todos confían en que en el caso incluso de que hubiera un pronunciamiento militar sería como fueron a lo largo de la historia de España, sin fusilados ni muertos». «Lo del 18 de julio fue una barbaridad de la que todavía hay consecuencias», apostilla.
Cuestionado sobre si todavía son necesarios aquellos que hacen lo indecible para dignificar la memoria de las víctimas del franquismo, el autor de ‘La huella borrada’ subraya que «si queremos construir una sociedad democrática que sea comprensible, sobre todo para nuestra generación y para las que vienen, hay que acabar con los mitos y con todo lo que la dictadura supuso».
«Se están haciendo cosas muy simbólicas» y aunque «vamos despacito», si «me hubieran dicho hace un par de años que Pico Reja, por ejemplo, se iba a abrir, se iban a exhumar los restos, no sé decirte si me lo hubiera creído», manifiesta.
En este sentido, añade que aunque «a nuestra generación no nos enseñaron en los colegios e institutos en qué consistió la República y el franquismo, creo que esto está cambiando y los chavales de otras generaciones tienen por lo menos el material disponible». «Ahora, las dos grandes herramientas para que se conozca la verdad, la educación y la cultura, tienen que divulgarse», apunta Antonio Fuentes en su entrevista.
«Ojalá podamos acabar con toda la memoria histórica porque hayamos sabido contarlo bien y hayamos hecho justicia con las personas», señala Fuentes, que al respecto añade que «hay muchos familiares directos que han fallecido en todo este proceso y se han ido con esa pena, no solo con no tener los recuerdos de sus familiares (que no se hayan producido las exhumaciones o que no se hayan hecho las comprobaciones de ADN) sino, sobre todo, con la pena de que el Estado nunca les ha resarcido».
«Serán muy pocos pero hay personas en este país que se han considerado republicanas toda la vida y que han fallecido sin que el Estado haya hecho ningún acto de reconocimiento y de condena del franquismo«, ha concluido Antonio Fuentes.