Desde que los antiguos griegos se reunieron por primera vez en Olimpia en el 776 a.C., el deporte ha sido más que una competencia; ha sido un vehículo de unidad, un escenario donde se forjan alianzas improbables y se disuelven fronteras. Las Olimpiadas modernas, revitalizadas en 1896 por Pierre de Coubertin, han mantenido vivo este legado, sirviendo como un microcosmos de nuestras aspiraciones más elevadas como humanidad.
Las recién concluidas Olimpiadas de París 2024 nos ofrecieron, una vez más, un espejo donde mirarnos. En medio de la euforia y la competitividad, surgieron actos de solidaridad que nos recuerdan que, incluso en los momentos de mayor rivalidad, la empatía puede prevalecer. Uno de los momentos más conmovedores fue protagonizado por la jugadora de bádminton china Chen Yufei. Tras asegurar su medalla de plata, dedicó su victoria a la española Carolina Marín, quien lideraba la semifinal hasta que una lesión la obligó a retirarse. Chen, en lugar de regodearse en su triunfo, decidió honrar a Marín en su discurso, destacando el espíritu indomable de la española y cómo este la inspiró durante su carrera. En un mundo donde el triunfo a menudo se celebra en solitario, este gesto nos recuerda que el éxito también puede ser compartido.
Sin embargo, sería ingenuo pintar el panorama del deporte con un solo color. Las redes sociales, esas herramientas omnipresentes de la modernidad, han democratizado la opinión, pero también han abierto la puerta al lado más oscuro de la naturaleza humana. En un estudio publicado por Kavanagh et al. (2021) en la revista Frontiers in Psychology, se encontró que durante eventos deportivos importantes, los atletas pueden experimentar un aumento significativo en el ciberacoso y los comentarios negativos en redes sociales, lo que puede afectar gravemente su salud mental. Las críticas masivas y desmedidas han alcanzado niveles alarmantes, afectando profundamente la estabilidad emocional de los deportistas. Simone Biles, la gimnasta estadounidense que dominó los titulares durante Tokio 2020, confesó que las presiones externas la llevaron a un punto crítico. «Es fácil olvidar que detrás de los atletas hay personas con emociones y vidas complejas», dijo Biles, subrayando una verdad que a menudo se ignora.
Aquí es donde entra en juego la psicología del deporte, una disciplina que, aunque no siempre visible, es fundamental en la preparación de los atletas de élite. La Teoría del Contacto de Allport (1954) sigue siendo relevante, pues sugiere que el contacto positivo entre grupos en condiciones adecuadas puede reducir prejuicios y promover la cooperación. En el contexto olímpico, esta teoría se manifiesta en cómo la convivencia en la Villa Olímpica, las interacciones entre atletas de distintas culturas y las historias compartidas pueden servir como puente entre diferencias aparentemente irreconciliables.
A lo largo de la historia, hemos visto cómo estos momentos de contacto han forjado lazos inquebrantables. En los Juegos Olímpicos de Berlín 1936, el saltador alemán Luz Long ofreció consejos a Jesse Owens, su rival afroamericano, a pesar del entorno hostil que imponía el régimen nazi. Este acto de deportividad, que desafió la ideología dominante de la época, sigue siendo un símbolo de lo que el deporte puede lograr. Del mismo modo, en PyeongChang 2018, los equipos de hockey de Corea del Norte y del Sur compitieron como uno solo, una rara muestra de unidad en medio de tensiones políticas.
No obstante, la otra cara de la moneda está marcada por la creciente presión que las redes sociales imponen sobre los atletas. Según la Teoría del Impacto Social de Latané (1981), la influencia social se intensifica con la cantidad, fuerza e inmediatez del grupo emisor. En el mundo online, esto significa que millones de personas pueden criticar a un atleta en tiempo real, creando una presión insoportable.
En este contexto, la psicología deportiva ha evolucionado de manera significativa. Las técnicas de mindfulness y manejo del estrés, como las que se aplican en los programas de entrenamiento de atletas de élite, han demostrado ser efectivas para mantener la concentración y evitar el desgaste emocional. Un artículo publicado en la revista Journal of Applied Sport Psychology destaca que las intervenciones basadas en mindfulness han mostrado mejoras en la regulación emocional y la capacidad de los atletas para afrontar la presión competitiva (Jones & Parker, 2020). Estas herramientas no solo preparan a los deportistas para la competencia, sino que también los equipan para lidiar con la crítica y la presión de un público que, a veces, olvida que están viendo a seres humanos, no solo a máquinas de ganar medallas.
Así, mientras las Olimpiadas de París 2024 nos han mostrado que la solidaridad en el deporte sigue viva, también nos han dejado claro que vivimos en una era en la que la crítica puede volverse viral en cuestión de segundos. En lugar de centrar nuestra atención en lo que nos divide, quizás deberíamos tomar una página del libro del deporte y preguntarnos: ¿Qué podemos aprender de los atletas que, a pesar de competir ferozmente entre sí, son capaces de unirse en momentos de necesidad?
El deporte, con sus altas y bajas, sigue siendo un reflejo de lo mejor y lo peor de la humanidad. Nos ofrece la esperanza de un mundo más unido, mientras nos recuerda que, sin cuidado, podemos ser nuestros peores enemigos. Si algo queda claro de las últimas Olimpiadas, es que la verdadera victoria no siempre se mide en medallas, sino en la capacidad de ver al otro como un compañero en esta gran carrera que llamamos vida.
Referencias:
- Allport, G. W. (1954). The nature of prejudice. Addison-Wesley.
- Jones, M. I., & Parker, J. K. (2020). Mindfulness-based interventions in elite sports: A review of psychological benefits and performance outcomes. Journal of Applied Sport Psychology, 32(4), 385-404.
- Kavanagh, E., Jones, I., & Sheppard-Marks, L. (2021). Online abuse of athletes during major competitions: A systematic review and commentary. Frontiers in Psychology, 12, 1-12.
- Latané, B. (1981). The psychology of social impact. American Psychologist, 36(4), 343-356.