Bajo la sombrilla en la playa, mis amigas y yo charlábamos hace no mucho sobre temas que van desde la más absoluta trivialidad, como puede ser el nivel de algas en la orilla este año o la música del chiringuito más cercano, a temas más profundos y variados como son el Imperio Mesopotámico y la figura de Dalí y su relación con las mujeres del siglo XX; todo esto mientras compartimos nuestro protector solar y la tan necesaria sombra.
Es curioso analizar como cada una de nosotras proviene de un entorno diferente (“de su padre y de su madre” como podrían decir las abuelas), sin embargo, esto hace que nuestras conversaciones sean ricas, variopintas y, definitivamente, entretenidas. Y es que, viendo esta escena, no pude más que pensar en cómo las amistades, pieza tan clave en el desarrollo en los primeros años de vida, siguen siendo un pilar fundamental en la vida adulta.
Y no lo digo yo, lo dicen grandes expertos en la materia como puede ser Carl Rogers (1951) que, en su Teoría de la Personalidad, defiende una visión positiva del ser humano en la que somos libres para tomar las riendas de nuestra vida, al contrario de otras corrientes igual más conocidas como el Psicoanálisis de Sigmund Freud (1923), en el que factores biológicos y ambientales nos arrastran inconsciente e irremediablemente hacia una meta no elegida.
Uno de los puntos clave de la teoría de Rogers, es el desarrollo personal, que sirve como motor de las personas altamente funcionales. Pero ¿qué tendrá que ver esto con mis amigas (o las tuyas)? podrás igual preguntarte. Pues bien, cuando una amistad en la vida adulta se basa en los principios rogerianos de autoconocimiento, autenticidad, empatía, aceptación incondicional y comunicación abierta, no solo proporciona un bienestar emocional y un entorno seguro, sino que además nutre el crecimiento personal continuo.
Las perspectivas diversas de las amigas nos desafían a cuestionar y reafirmar nuestras propias creencias, ayudándonos a entendernos mejor a nosotras mismas y a redefinir nuestra identidad, apoyándonos a llegar a las metas que nos marquemos. Este fenómeno se alinea con la Teoría de la Identidad Social de Henri Tajfel y John Turner (1986), que proponen que nuestra identidad se forja en gran medida a través de nuestra pertenencia a distintos grupos sociales, buscando comprender cómo influye este hecho en nuestro comportamiento.
Según estos autores, la identidad social está estrechamente ligada con la autoestima, por lo que la comparación entre individuos del grupo (o inter-grupos) es ”natural”; si bien, para no caer en discriminaciones, prejuicios y favoritismo grupales, es clave el prisma con el que tomemos consciencia de estas diferencias, viéndolas como una escalera que nos apoye a subir y no como una losa que nos haga pequeñas.
Definitivamente voy a saber menos de Historia que una historiadora, pero el hecho de tomar consciencia de esta diferencia y los datos que me pueda facilitar en una conversación a pie de toalla (codificación verbal), hace que asocie estímulos sensitivos (codificación no verbal), como pueden ser el reguetón antiguo que escucha a todo volumen la familia de al lado, el viento de levante que siento en mi piel o el olor a mar, con el mensaje y, por ende, lo retenga más en mi memoria, como indica el Modelo de Codificación Dual de Allan Paivio (1971).
De igual forma, la Teoría del Aprendizaje Social propuesto por Albert Bandura (1977) sugiere que las interacciones sociales sirven como modelos que influyen en nuestro comportamiento y autoimagen. Las amistades, especialmente cuando provienen de contextos variados como el de mis amigas, actúan como grupos referenciales que moldean nuestra percepción de nosotras mismas, al ofrecer diferentes puntos de vista y experiencias y de esta forma, ayudándonos a comprender mejor nuestro rol en la sociedad.
Y es que, en estas conversaciones bajo la sombrilla, está muy presente la oxitocina, conocida como la «hormona del amor», que se libera no solo en relaciones románticas, sino también durante interacciones sociales positivas con amigos, promoviendo sentimientos de confianza y conexión (Heinrichs et al., 2009). Además, se ha demostrado que, durante conversaciones significativas, las ondas cerebrales de amigos se sincronizan, particularmente las ondas alfa y beta, lo que refuerza la conexión emocional y la comprensión mutua (Hasson et al., 2012).
Pero, las amistades en la etapa adulta, tomando estas un tono práctico y fundamentado en el apoyo emocional, como bien reflejan grandes grupos de la cultura pop como pueden ser las chicas de Sexo en Nueva York o, a nivel nacional, Valeria, no olvidemos que juegan un papel fundamental a lo largo de toda nuestra vida.
La Teoría del Desarrollo Psicosocial de Erik Erikson (1950) destaca cómo las amistades contribuyen a resolver crisis identitarias y mantener un sentido cohesivo del yo. Es por ello que, desde la niñez, donde los amigos son cruciales para el desarrollo social y emocional, pasando por la adolescencia, en la que ayudan a formar nuestra identidad, y la vejez, donde nos ayudan a combatir la soledad y mantener la salud mental, como bien reflejan estudios de la Harvard Medical School (Rath & Harter, 2010) y Antonucci, Ajrouch y Birditt (2014), la amistad son clave.
Un aspecto interesante es cómo las diferencias de opinión pueden influir en nuestras amistades. La Teoría de la Disonancia Cognitiva de Leon Festinger (1957) sugiere que enfrentar opiniones opuestas puede causar incomodidad. Sin embargo, esta disonancia puede ser una oportunidad para el crecimiento personal. Películas como El Club de los Poetas Muertos y El Gran Hotel Budapest muestran cómo los personajes se enriquecen al interactuar con personas que desafían sus perspectivas. En la vida real, fomentar una comunicación abierta y respetuosa transforma estas diferencias en una fuente de aprendizaje y fortaleza. Por favor, recuerda esto cuando estés al borde del colapso en la siguiente comida de navidad; las diferencias enriquecen si las sabemos escuchar con atención y una visión positiva.
El impacto de tener un grupo de amigos diverso frente a uno homogéneo también merece atención. Un análisis de 14 estudios distintos en The Journal of Personality and Social Psychology encontró que equipos diversos pueden ser hasta un 35% más efectivos en la resolución de problemas complejos en comparación con equipos homogéneos (Page, 2007). La diversidad de experiencias y perspectivas en nuestras amistades permite soluciones más innovadoras y enriquecedoras. Es por ello que buscar refugio ante una ruptura amorosa en tu grupo de amigas, va a tener tantas propuestas de solución como amigas tengas.
Así que, cuando te encuentres con tus amigas, charlando sobre la vida con un mojito, recuerda que, cada interacción es una oportunidad para explorar y reafirmar quién eres. Estas amistades no solo brindan compañía y apoyo (y un buen chisme, si nos apuramos), sino que también te ayudan a entenderte mejor y a crecer continuamente. Valora esas personas que aportan diferentes perspectivas a tu vida, ya que ellas, en esa “conversación bajo la sombrilla”, están llenas de matices que enriquecen nuestro ser y nos conectan de manera profunda con el mundo que nos rodea.
-No hay mejor espejo que el amigo viejo-
Bibliografía
- Bandura, A. (1977). Social Learning Theory. Englewood Cliffs, NJ: Prentice Hall.
- Erikson, E. H. (1950). Childhood and Society. New York: Norton.
- Festinger, L. (1957). A Theory of Cognitive Dissonance. Stanford, CA: Stanford University Press.
- Freud, S. (1923). The Ego and the Id. The Standard Edition of the Complete Psychological Works of Sigmund Freud, Volume XIX (1923-1925): The Ego and the Id and Other Works, 1-66.
- Hasson, U., Ghazanfar, A. A., Galantucci, B., Garrod, S., & Keysers, C. (2012). Brain-to-brain coupling: a mechanism for creating and sharing a social world. Trends in Cognitive Sciences, 16(2), 114-121.
- Heinrichs, M., von Dawans, B., & Domes, G. (2009). Oxytocin, vasopressin, and human social behavior. Frontiers in Neuroendocrinology, 30(4), 548-557.
- Paivio, A. (1971). Imagery and Verbal Processes. New York: Holt, Rinehart, & Winston.
- Page, S. E. (2007). The Difference: How the Power of Diversity Creates Better Groups, Firms, Schools, and Societies. Princeton, NJ: Princeton University Press.
- Rath, T., & Harter, J. (2010). Wellbeing: The Five Essential Elements. New York: Gallup Press.
- Rogers, C. R. (1951). Client-Centered Therapy: Its Current Practice, Implications, and Theory. Boston: Houghton Mifflin.
- Tajfel, H., & Turner, J. C. (1986). The social identity theory of intergroup behavior. In Worchel, S., & Austin, W. G. (Eds.), Psychology of Intergroup Relations (pp. 7-24). Chicago: Nelson-Hall.