Como cada año el verano no se había hecho de rogar, llegó con sus altas temperaturas, sus puestas de sol, ese clima pesado que hace que las tardes se conviertan en un rato de descanso y paz. El olor a mar, a sal en el ambiente, la luz, la inmensa luz que impregna 15 horas cada día, las noches tórridas donde el sueño no puede alcanzarse, dando vueltas en la cama y el sudor cayendo por la piel, no refresca, no entra ni una gota de ese aire frío que se necesita para conciliar el sueño.
A la mañana siguiente. con los rayos de la luz solar te despiertas y vuelves a andar otro nuevo día, un poco más cansado que el primero de este verano, tantas noches sofocantes sin dormir se empiezan a notar en la piel, vas al espejo y ves una nueva arruga y piensas, el camino es más corto hacia delante que lo que has andado si miras hacia atrás, te lo dices con un poco de nostalgia y te das cuenta que faltan muchos de los que estaban hace unos años, los adultos que conociste en la calle donde naciste y transcurrió tu infancia ya se marcharon de esta dimensión, la gente adulta con la que trabajaste, tus tíos, tu padre y tu madre, ocupan un lugar en otra estrella más lejana, todo ha ido cambiando, el paisaje es diferente, es otro, distinto, te das cuenta que eso es la añoranza y cuando sentimos añoranza es porque los años te cayeron encima, no lo dices con tristeza, ni siquiera con rencor, lo mencionas porque eres consciente de que la vida empieza su última recta hacia la meta, no piensas correr para llegar al final, todo lo contrario ralentizas cada momento que vives, haciéndolo tuyo, que recorra cada centímetro de tu piel, que sea un placer vivir.
El verano continúa como mandan los cánones, vuelves a ver a tu gente, esa cervecita fría en una terracita con nuevos amigos, con los de tu infancia y los conocidos durante la etapa vivida, está también tu familia, la gente que te quiere, alguien que tampoco es que te quiera mucho pero le gusta estar ahí, los que viven lejos y se acercan al olor del mar, y ves a aquellos que estuvieron presentes cuando las arrugas no tenían intención de aparecer, a tu alrededor más pelo blanco, más gente mayor, hijos más grandes, hijas más grandes, y el periodo estival sigue su proceso, tranquilo, pausado, las calles ya no son las mismas, antes andabas el camino y saludabas a tu familia y a sus vecinas, volvías al centro de la ciudad donde los bares y su bullicio. La cerveza con su tapa se hace presente como todos los veranos, no te saltabas ninguno, aunque las personas ya no están siguen sus recuerdos y memoria, la ciudad sigue impregnada de sus presencias.
Ha cambiado tanto todo que no sabes muy bien si es tu mundo o ya él no te pertenece a ti, son sensaciones en la hamaca de la playa mientras el calor va inundando el día, las olas del mar mojan tus pies, el agua cada verano más fría, dices para tus adentros, pero las noticias dicen que es justo lo contrario, y puede ser viendo como la chavalería y juventud se mete en el agua sin el más mínimo asomo de impresión, pero para ti está más fría que tiempos pasados, los años ya te obligan a seguir sentado en una pequeña banqueta cerca de la orilla, tirarse sobre la toalla como hacías hace solo unos años para tomar el sol es misión imposible, te sientes incómodo, te molesta la arena, pero sobre todo levantarte es una odisea, las algas no son de tu agrado a la hora de bañarte y entre la frialdad del agua y esas pequeñas algas que andan por la orilla, decides que mejor te bañaras otro día, hoy con tomar un poco el sol y ver el mar es suficiente, miras a tu alrededor, siempre has sido muy observador, algo cotilla de la realidad quizás, ves a parejas que han encontrado el amor veraniego, abuelos cuidando de sus nietos, nietas que quieren estar todo el tiempo en el agua como peces, algún que otro solitario tumbado al sol cual lagartija, un cultureta leyendo lo que durante el invierno no ha sido capaz y dos muchachas que juegan a las palas entre el gentío de la orilla.
El verano tiene olor a Jazmín a galán de noche, no hace mucho tiempo el paseo por las calles del barrio tenían ese olor, solo en los meses de verano, hoy queda poco de ese aroma, de ese perfume que nos recordaba la estación del año, a día de hoy los galanes que te encuentras no están en los jardines, son skater intentando ligar en la plaza del barrio. El olor a jazmín del cine de verano, ya no existen, algunas veces el Ayuntamiento en una plaza o en el patio de una institución pública pone una pantalla y a un precio reducido proyecta películas simulando aquellas terrazas, no es lo mismo, antes cuando no tenías dinero para pagar tu entrada, la mayoría de las veces, te quedabas fuera escuchando la peli, para ti y tus amigos era suficiente, te inventabas los fotogramas y a los protagonistas, así creciste, eras creativo por obligación, había que serlo, cuando tenías dinero te comprabas el pack completo con tu entrada, es decir tu refresco y una bolsa de pipas, eso te hacía muy feliz, que sería del cine de verano sin tus pipas y tu refresco, las sillas eran de hierro al sentarte notabas el calor de la tarde e iban refrescándose conforme la noche se hacía más oscura. Otra añoranza de tiempos vividos y pasados, que no tienen porque volver.
Ahora, son las salas de cine y los centros comerciales los que refrescan con su aire acondicionado cualquier tarde de canícula, a ti ese frío no te gusta mucho, para tu garganta y tus huesos le vienen mal, es lo que tiene la edad, piensas mientras sigues paseando por el barrio, haciendo algunas fotos, pocas porque crees que la gente se pasa con eso de Instagram, demasiado postureo te dices a ti mismo, aunque luego piensas que sino estuvieras tan viejo tú también tendrías uno para lucirte, no solo para poner fotos de los lugares que visitas, ya que eras un poco dandi, sonríes mientras lo piensas, pero ya con las arrugas en la piel solo sabes poner reparos a tanto selfie.
El tiempo ha pasado demasiado rápido, te da vértigo miras hacia atrás, es cierto que estás contento con lo vivido, has disfrutado de tus experiencias vitales, pero te entristece a la vez recordad a las amigas y amigos, conocidos y familia, que han ido abandonando el camino, alguna que otra porque había llegado a su meta, su camino había terminado, otros porque la enfermedad los apartó de este espacio y hoy todas esas personas lucen como estrellas en el firmamento.
Tú sigues aquí mirando a tu alrededor, absorto en las vueltas que da el ventilador, piensas en lo que vas a hacer mañana cuando aún no terminó este día, te das cuenta que eres un afortunado, que la vejez te está tratando bien con todos sus errores…